domingo, 4 de octubre de 2009

"El secreto del peregrino", un adelanto

Lo prometido es deuda. Aquí tenéis la contraportada y un adelanto del comienzo de la novela "El secreto del peregrino".


"Castillo de Wewelsburg (Alemania), 1945

El teniente Kart se acercó a la ventana y observó con horror cómo los soldados soviéticos avanzaban sin oposición en dirección al castillo. Las órdenes de Himmler habían sido concretas en cuanto a lo que tenían que hacer si se presentaba una situación así; debían hacer volar el castillo por los aires y, sobre todo, destruir todos los libros y manuscritos de la biblioteca.

El oficial se dirigió hacia la biblioteca seguido por varios de sus soldados que no podían disimular su estado de ansiedad y preocupación. Él debía mantener la calma y liderar a sus hombres hasta el final, para eso había sido entrenado en las SS, la mejor organización militar de la historia. Kart se detuvo en el vestíbulo central del castillo. Observó la mesa redonda con sus trece sillones y no pudo disimular la indignación que sentía en ese momento. Las tropas aliadas iban a conquistar el centro de poder del Tercer Reich, el sueño de un mundo mejor se venía abajo como un castillo de naipes.

Kart miró el anillo que llevaba en la mano derecha y recordó el día en el que el propio Himmler se lo entregó como prueba de su fidelidad y dedicación a la organización. Solo los elegidos se hacían merecedores de recibirlo y él había sido uno de los seleccionados. Como si la visión del anillo le hubiese provisto de nuevas fuerzas, dio media vuelta y se dirigió a los cuatro jóvenes soldados que le seguían.

—Preparad los explosivos y colocadlos en los lugares indicados.

Los cuatro soldados permanecieron en silencio, mirándose con preocupación y esperando que alguno de ellos se atreviese a hablar. El teniente los miraba con inquietud preparándose para escuchar malas noticias. Finalmente, uno de ellos se atrevió a dirigirse a su superior.

—Mi teniente, tenemos un problema —dijo con voz casi imperceptible.

—¿Quiere hacer el favor de explicarse, soldado?

—Pues, la verdad es que… no tenemos suficiente explosivo para detonar todo el castillo.

La cara del oficial se encendió llena de ira.

—¡Sois unos inútiles! ¡Os advertí que debíais tener todo preparado!

—Tiene razón, pero…

—¡No es momento de disculpas! ¿Cuánto explosivo tenemos?

Los soldados le explicaron el material que poseían, mientras el oficial manifestaba su enfado haciendo gestos ostensibles con la cabeza. Desplegó un mapa que había sacado del bolsillo y les recordó los sitios donde debían colocar las cargas.

—Repartíos el explosivo y, por una vez, cumplid con vuestro deber. No quiero ni imaginar lo que ocurrirá cuando Himmler se entere de esto. ¡Venga! ¡Largo de aquí!

Los cuatro jóvenes salieron corriendo del vestíbulo, pero pocos segundos después uno de ellos asomó su cabeza por la puerta.

—Mi teniente, ¿qué hacemos con la biblioteca?

El oficial le miró con gesto de desprecio.

—Limítese a cumplir sus órdenes, soldado; yo me encargaré de la biblioteca.

El soldado se retiró avergonzado por la respuesta de su jefe; mientras, el teniente Kart salió del vestíbulo por otra puerta y se dirigió hacia la biblioteca. Cuando entró en la sala se sintió sobrecogido ante las decenas de miles de volúmenes que se desplegaban por sus estanterías como un ejército en formación. Kart no conocía el contenido de muchos de los manuscritos que allí se escondían, su nivel jerárquico dentro de la orden no le había llevado a pertenecer a la élite de los doce Monjes Guerreros. Siempre lo había anhelado, se había esforzado por llegar a ser uno de ellos, pero no lo había conseguido. Aún así, le habían llegado algunos rumores sobre textos que relataban expediciones arqueológicas en busca de reliquias sagradas. Todos sabían que el castillo también era la sede de la Sociedad Ahnenerbe, también fundada por Himmler y cuyas actividades permanecían en el más estricto secreto.

Las órdenes de Kart eran estrictas, no debían leer nada del contenido de los manuscritos y debían destruir todos los ejemplares de la biblioteca. Intentando abstraerse de la creciente curiosidad y manteniéndose fiel a las órdenes recibidas, colocó las cargas distribuyéndolas a lo largo de la sala. Cuando finalizó, se dirigió hacia la puerta de salida. Antes de abandonar la biblioteca, no pudo evitar acercarse a una de las estanterías que contenía el símbolo de la Ahnenerbe y que parecía contener material confidencial. Kart abrió algunas de las carpetas que encontró y leyó con interés y nerviosismo los informes que contenían. Con asombró descubrió que los rumores sobre las expediciones que Himmler había ordenado eran ciertos y, lo más increíble de todo, uno de esos informes relataba el descubrimiento del objeto más fascinante y misterioso de la Historia.

—Mi teniente, ya hemos terminado.

El oficial Kart despertó del letargo en el que le había sumergido la lectura de esos papeles. Observó a su subordinado con gesto serio, mientras guardaba el último informe en el interior de la guerrera.

—¿Qué vamos a hacer ahora, mi teniente…? ¿Perderemos la guerra? —preguntó el soldado con voz temblorosa.

—Esta guerra hace tiempo que está perdida, soldado. Pero todavía queda mucho por lo que luchar.

El teniente y los cuatro soldados abandonaron el castillo con el tiempo justo antes de que las cargas explotaran y evitasen que los soviéticos se hiciesen con los secretos que el castillo escondía. A la falta de explosivo, se unió la precipitación y negligencia de los soldados que hizo que varias cargas no explotasen. Mientras el ejército aliado se apoderaba del material de las SS que sobrevivió a la explosión, el teniente Kart leía el informe que se había llevado del castillo y cuyo contenido podía cambiar el futuro de la Humanidad. Iban a perder esa guerra, pensó, pero si lo que contaba ese informe era cierto, todavía podían terminar conquistando el mundo, aunque tuviesen que esperar varios años más. Había llegado el momento de que él tomase el relevo de los Monjes Guerreros."

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